¿No
quieres escoger entre un camino y otro? ¿Quieres evitar las tensiones y
amarguras que trae una mala decisión? ¡Imposible! Todos tomamos decisiones
a diario, sean estas simples como que ropa me pondré hoy, o complejas como que
quieres hacer por el resto de tu vida. No puedes escapar de ellas, es algo con
lo que tienes que enfrentarte. ¿Te gustaría meter tu cabeza en un agujero y
pensar que no te acecharan? No puedes huir de ella y creer que sentirás alivio,
ese mismo alivio que puede sentir un venado cuando ha escapado de las garras de
un León. No, algún día te atraparan y tendrás que enfrentarte a ese León que te
quiere despedazar, que te quiere tener entre sus fauces y devorar todo de ti. En
ese momento tendrás que cargar con las consecuencias de haber elegido entre
correr a la izquierda o correr a la derecha. Te preguntaras: ¿Que hubiera sido
mejor? ¿Hubiera sido mejor quedarme quieto y dejar que me despedazara hasta que
no quedara nada de mí?
No
es que no quiera tomar mis propias decisiones, es que a lo largo de la vida me
he caído y raspado una y otra vez con el piso áspero de una mala elección que
no creo que pueda escoger un buen camino, no creo que pueda elegir algo que no
me dirija hacia un abismo de remordimientos y de frustraciones. No quiero
cargar con eso en mi espalda, no quiero mirar hacia atrás y ver constantemente
la cara horrible del fracaso señalándome una y otra vez.
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